En diciembre, Jonathan Franzen estuvo en la FIL de Guadalajara. J.M.
Coetzee está en Colombia para un seminario de tres días y allí
permanecerá para la FIL Bogotá, adonde también acudirá Cees Nooteboom,
quien inmediatamente después aparecerá en la FIL de Buenos Aires.
Alberto Manguel y Tzvetan Todorov estuvieron en la útima FIL de
Santiago. Ian McEwan y J.M.G. Le Clézio fueron dos de los muchos
invitados al último Festival Literario de Paraty, en Brasil.
En el Perú, la Cámara Peruana del Libro, presidida por el dueño de la
misma librería que hace poco ofreció descuentos en libros de autoayuda y
novelas de amor por el día de la mujer, anuncia quién será la estrella
de la FIL Lima 2013. Se trata de Pedrito Suárez Vértiz. Pero no
desesperen: estoy seguro de que tienen alguna otra estrella guardada
bajo la manga. Probablemente un cocinero. Hoy que el decano de la prensa
nacional saluda en su editorial el resurgimiento del cine peruano
gracias al éxito de ¡Asu mare!, la cultura peruana tiene, obviamente, muchas razones para celebrar.
lunes, 22 de abril de 2013
sábado, 23 de febrero de 2013
Entrevista a Roncagliolo ...
A propósito de la publicación de su más reciente libro, Óscar y las mujeres, Santiago Roncagliolo le concedió una breve entrevista a Alberto Ojeada para La República.
Fuente: LaRepública
Cuando un escritor confunde la vida con sus ficciones tiene un problema. Santiago Roncagliolo confiesa que lo padeció alguna temporada. Perdió de vista cuáles eran las referencias sólidas a las que debía aferrarse: sus hijos, su mujer... Estaba más volcado en sus narraciones y las servidumbres promocionales de sus libros que en su propia familia. Al protagonista de Óscar y las mujeres (Alfaguara), su última novela, le sucede lo mismo, pero multiplicado por mil. Es guionista de las telenovelas más exitosas de A.Latina pero en su esfera personal, sobre todo en su relación con el universo femenino, todo es fracaso. Cuando escribe se siente un demiurgo capaz de controlar cada detalle, pero cuando sale de ese ámbito se pierde irremisiblemente. El escritor peruano despliega un ejercicio de autoparodia hilarante que invita a la carcajada ante las dificultades que tiene un hombre-niño para convertirse en un hombre adulto.
Tres citas encabezan el libro. “El arte imita a la vida”, Aristóteles. “La vida imita al arte”, Oscar Wilde. “La vida imita a la televisión barata”, Woody Allen. ¿Cuál le parece más acertada?
La de Woody Allen, sin duda. La vida está llena de giros fallidos, de historias que no se cierran, o que nunca se abrieron bien. Dios es un guionista de telenovelas baratas, igual que Óscar, el protagonista de mi novela.
En su caso, la confusión de la realidad y la ficción es un síndrome grave. ¿En qué medida le sucede a usted también cuando escribe?
Todos mis personajes tienen mucho que ver conmigo. Suelen ser una deformación. Yo también escribí telenovelas. También viví inmerso en mis ficciones y en mi vida de escritor, viajando por medio mundo promocionando mis novelas. Me costó mucho darme cuenta de que mi vida estaba en mi gente más cercana, en mis dos hijos, en mi esposa... Pero hubo un momento en que vi claro que debía convertirme en un adulto funcional. A Óscar le pasa lo mismo. Él es una autoparodia de mí mismo.
¿Cómo fue su experiencia de guionista de telenovelas? ¿Le ha servido mucho para su carrera posterior como novelista?
Los guionistas de telenovelas no pueden permitirse el lujo de bloqueos creativos. De pronto, tienes que rellenar 40 páginas de un día para otro. Aunque estemos hablando de telenovelas fallidas, es un trabajo duro. Además, tienes que cumplir con una regla de oro: la protagonista buena debe mantener la virginidad durante 120 capítulos. Algo muy complicado: en la vida real la pierden a los tres. Todo eso supone que tienes que manejar la historia para demorar la consumación del amor hasta el final. Después de hacer algo así, uno está preparado para escribir las historias más inverosímiles.
¿Sentía que era necesario dignificar a la telenovela?
Ya está dignificada por sí misma. Es el Shakespeare de América Latina, el único género que hemos inventado nosotros y que cuenta nuestra historia del último siglo. En realidad, lo que yo hago es desdignificar la telenovela,, porque Óscar escribe las de la peor especie, basadas en clichés anticuadísimos sobre las mujeres y vida en general.
El que sí ha reivindicado mucho las bondades del culebrón ha sido Boris Izaguirre...
Boris es un fenómeno de la naturaleza. He trabajado varios años en radio con él. Es una de esas personas que si entras con ella en un lugar con gente consigue que nadie te mire a ti. Tiene un talento fascinante.
¿Entonces es Miami la capital de la telenovela?
Sí, es allí donde se facturan las telenovelas que luego se emiten por toda Latinoamérica. Es un lugar muy peculiar. Es Estados Unidos pero no es Estados Unidos. Es Cuba pero no es Cuba. Es un sitio perfecto para ambientar una comedia. Y me daba mucho juego porque yo sabía que Óscar odiaría Miami. Fíjese que es un tipo que no sabe conducir. Eso en Miami es como un suicidio.
Ha dicho que la mejor literatura no se está escribiendo ahora para los libros si no para la TV. ¿No es tirarse piedras a su tejado?
Es así. Puede verse en series como The Wire, o Boardwalk Empire... Están superando incluso al cine, que es mucho más previsible, convencional y aburrido. Soy un contador de historias. No pienso en cuestiones gremiales.
Óscar ofrece una visión de los hombres bastante deplorable. ¿Más piedras sobre tejado propio?
Está claro que el hombre es una especie en decadencia. Desde que asiste a la liberación de la mujer no sabe qué papel debe ocupar en el mundo. Está muy perdido y asustado. Óscar tiene ese problema todavía más agravado porque sólo sabe relacionarse con las mujeres que él mismo diseña en la ficción pero con las reales todos sus contactos son un desastre.
¿Y cómo fue la comercialización por entregas en digital de la novela, al estilo de los folletines decimonónicos?
Tengo bastante interés por Internet y sus posibilidades para la literatura. Ya hice en su día una novela colectiva junto con Fernández Mallo y Cristina Fallarás. También he tenido un blog. Esto me lo propuso la editorial y me pareció muy buena idea. Al fin y al cabo era fiel a la estructura de las telenovelas, que entran cada día en el salón de tu casa. Ha tenido mucho impacto en las redes sociales. Tengo muchos amigos intelectuales que piensan que Internet es el fin de los libros. Este experimento demuestra que se puede utilizar para promocionar un libro de papel. Los dos formatos no tienen por qué mutilarse. Pueden complementarse.
Datos
Santiago Rafael Roncagliolo Lohmann (Lima - 1975) escritor, dramaturgo, traductor, guionista de telenovelas, asesor político y periodista de investigación.
En 2010 fue elegido por la revista británica Granta como uno de los 22 mejores escritores en español menores de 35 años.
Roncagliolo colabora con el diario español El País, La República y diversos periódicos iberoamericanos. Ha traducido a una serie de autores franceses como Jean Genet, André Gide, entre otros.
Entrevista a Mario Bellatín ...
En el siempre interesante blog "Lee por gusto" encontré una entrevista que realizó Orlando Mazeyra al escritor mexicano- al menos él prefiere que lo llamen así - Mario Bellatín.
Fuente: LeePorGusto.
I
Cuando leí Flores,
me llamó mucho la atención el epígrafe del inicio (un supuesto
fragmento del diario del Premio Nobel de Física de 1960), pues, en vida,
mi abuelo paterno fue un defensor acérrimo de la homeopatía
y, cómo no, de los famosos globulitos que él tomaba reemplazando la
medicina tradicional (nunca se curaba las ampollas porque entendía que
eran fugas naturales de las toxinas del cuerpo...). Mi abuelo tuvo una
vida muy larga y saludable. Yo, en cambio, alguna vez me burlé de los
homeópatas y los llamé, en su propia cara, vendedores de sebo de
culebra.
-No
te preocupes -me dijo el médico naturista de aquella vez que, por
supuesto, tenía una Biblia abierta reposando en un lugar privilegiado de
su consultorio-. Es más: me haces recordar a mí cuando era joven: era
un incrédulo y un rebelde...
Hoy
por hoy, asisto a donde un homeópata para curar una adicción (y mi
insomnio crónico). La primera vez que fui donde el doctor C., tenía un
dolor en la rodilla izquierda que, sin embargo, me permitía caminar con
normalidad. Él me pasó corriente por los dedos de las manos con unos
cables y, sin que yo pronunciara una sola palabra sobre lo que me
aquejaba, me dijo: "Esa rodilla izquierda está mal, te diste un golpe
muy fuerte". No acababa de salir de mi sorpresa cuando me clavó la
mirada para escudriñarme y, luego de anotar algo, me dijo: ¿El genio de
tu padre es muy fuerte, grita mucho? Asentí con la cabeza. "Te fascinan
las películas de terror aún a sabiendas de que te turbarán y no te
dejarán dormir, esa es una de las razones del insomnio que sufres, ¿no
es cierto?", acertó otra vez sin que yo haya tenido la necesidad de
abrir la boca:
-Es una especie de masoquismo, doctor -le confesé.
-Lo sé -añadió el médico.
Por eso, Mario, mi primera pregunta para ti sería: ¿crees en la homeopatía? ¿Has recibido tratamiento homeopático?
Yo
creo que la homeopatía es para las personas sanas. Pero no creo que
interese mucho mi opinión, ni en ese ni en otro tema que se trate en
alguno de mis libros. Las cosas que se van narrando son pretextos para
ejercer la escritura, y como no quiero que se convierta en una actividad
vacía -con la que estaría muy feliz, pero llegaría el momento en que se
comería a sí misma si no pudiera ser compartida con el otro- aparecen
temas que son, en realidad, una suerte de pretexto. Pero esa escena en
particular que mencionas ocurrió cuando era niño. En la trastienda de
una farmacia en la avenida Grau (en el distrito de Barranco, en Lima),
había un señor muy anciano que curaba con yerbas, y es cierto que le
tomó el pulso a mi brazo artificial y no se dio cuenta del material del
que estaba fabricado, y como un poseso dictaba nombres de plantas que un
ayudante iba anotando en un papel. No sé si creo en la homeopatía, pero
sí en la parafernalia que suele acompañarla. Ahora me quedo con la duda
de cuál puede ser la adicción de la que te tratas.
Flores,
como tu obra en general, resulta inclasificable: parecen relatos
sueltos aunque unidos por el cordón umbilical del título, sin embargo
podría ser una novela disfrazada de reflexiones breves (¿mini-ensayos?).
¿Tu intención es desmarcarte de las etiquetas o quizá tentar un nuevo
género literario? ¿Cómo llamarías a ese género made in Bellatin y cuáles son sus principales características?
Nunca
tengo antes de escribir una intención determinada, salvo la de
escribir. Trato entonces de nombrar nuevamente el mundo que me rodea o
que imagino, y lo intento de una manera que sienta que sea mía y no de
otro. Ese deseo hace que la escritura se retuerza de tal modo que
aparece como que hubiera alguna intención de cuestionar el género,
cuando en realidad lo único que he buscado es ser honesto conmigo
mismo. Con mi tiempo y con mi espacio propios.
Oswaldo Reynoso
me contó en su casa, cuando le pasé unos borradores de mis primeros
relatos que, hace muchos años, tú también compareciste ante él con el
borrador de tu notable Salón de belleza.
Él me dijo que te ayudó a corregirla y que te aseguró que sería un
éxito. ¿En verdad ocurrió esto? De ser así, ¿cómo te animaste a ir donde
Reynoso si, a primera vista, pareciera que sus creaciones son tan
disímiles que, a parte del innegable talento de ambos, cuesta encontrar
algo en común? ¿O estoy equivocado?
No
sé si seguirá ocurriendo lo mismo, pero cuando vivía en el Perú
advertía la costumbre en el medio literario de pensar que si el otro no
escribía o entendía la literatura como lo hacía esa persona quedaba
descartado de inmediato. No sólo descartado sino acusado o víctima de
una serie de improperios. Claro, me refiero a los mediocres que abundan
en todas partes. Supe que Oswaldo Reynoso, desde que lo conocí, no
pertenecía a esa clase de autor. Es fácil advertir en él a un artista
que está más allá de las circunstancias. Tan seguro de su escritura que
no necesita el aval de los demás para seguir. Yo ya era su amigo antes
de escribir ese libro, y recuerdo que lo encontré en una presentación y
me quejé de que debía revisar las pruebas de Salón de belleza. En
ese momento me dijo las sabias y dadivosas palabras: "un autor jamás
debe revisar sus propias galeras". Se las entregué, auguró el éxito, e
hicimos una apuesta, que trato de cumplirla cada vez que nos vemos.
¿Por
qué decidiste estudiar en el Seminario de Santo Toribio de Mogrovejo?
¿Había en ese tiempo una búsqueda de Dios? ¿Crees en algún Dios?
Ese
es un error del que nunca lograré librarme. El que algunos crean que
estudié en un seminario. Lo que sucedió es que una vez alguien llamó a
casa de mis padres para recabar datos sobre cierta enciclopedia de
escritores que se estaba formando. Contestó mi padre, quien de manera
entusiasta contestó el cuestionario a mi nombre sin tener mucha idea de
lo que era mi vida en realidad. Yo hice los Estudios Generales en
Humanidades en la Facultad de Teología de Lima para después trasladarme a
una carrera que me interesara. Estudié allí filosofía y psicología,
para después pasar a cine. Lo curioso es que --a diferencia de muchos de
mis compañeros-- yo iba a la universidad sólo como un testigo
privilegiado, con la única intención de estar dentro de un ambiente
universitario y tener de ese modo material para mi escritura, pues desde
los diez años no he hecho más que escribir. Mi carrera de cine fue
bastante sui generis, porque a lo único que me dediqué mientras
duró fue a ver cine desde la mañana a la noche. Hay que recordar que en
esa época no había la oferta de películas caseras de hoy, y uno sabía
del trabajo de los grandes directores sólo por referencia. Cuando llegué
a la escuela de cine casi me desmayo ante los cientos de DVD con la
historia completa del cine a mi disposición.
II
"PARA
MUCHOS, ESPECIALMENTE EN UNA SOCIEDAD COMO LA LIMEÑA, DA EXACTAMENTE LO
MISMO DESEAR SER ESCRITOR QUE SER UN DROGADICTO CONSUMADO".
¿Qué
es lo primero que recuerdas (la primera imagen que se te viene a la
mente) de ese taller de creación literaria al que acudían escritores,
poetas y periodistas como Iván Thays, Beto Ortiz, Rocío Silva, Alberto Servat?*
¡Cómo íbamos ganando por walkover!
Era terrible ir viendo cómo a cada uno de nuestros compañeros la vida
los iba ganando y abandonaban la escritura. Al final, no quedamos
precisamente los mejores sino los tozudos.
Siguiendo con lo de los talleres de escritura creativa. ¿Crees que sirven de algo?
Sirven
de muchísimo, pero no para lo que los demás creen. Ni para aprender a
escribir ni para lucir los trabajos a los demás. Sirve para acompañarse.
Para hacer de la literatura un universo propio, habitable. No hay nada
más terrible que el tiempo de un joven autor que no puede parar de
escribir y no ha publicado. Es en ese periodo una suerte de paria, de
yonki, de desecho social. Para muchos, especialmente en una sociedad
como la limeña, da exactamente lo mismo desear ser escritor que ser un
drogadicto consumado.
Tu estadía en Cuba revela un amor por el cine. ¿Te ves, más adelante, dándole prioridad a la dirección de largometrajes como Alberto Fuguet o acaso sientes que no es lo tuyo?
En
la escuela de escritores aprendí -aparte de ver cine- a odiar la forma
que se tenía en ese entonces de hacer cine. Forma que supongo dio como
resultado la cantidad de películas mediocres que produjo la gente de mi
generación. Juré no hacer nunca cine, pero ahora casi sin darme cuenta
acabo de dirigir un largo, Bola Negra -el musical de Ciudad Juárez-, que fue un éxito no comercial. Esta próxima semana me preparo para comenzar a dirigir Salón de belleza,
pero lo que pretendo no es hacer necesariamente una película personal,
sino una forma propia de hacer las cosas en cine. Para empezar, todo el
equipo de producción, la cámara, el sonido, la edición, luces, está
conformado por chicos menores de dieciséis años.
Hablando de Salón de belleza, traigo a colación el epígrafe inicial de esa magnífica novela: "Cualquier clase de inhumanidad se convierte, con el tiempo, en humana" Yasunari Kawabata ).
El escritor tal vez, durante el proceso creativo es un ser inhumano.
¿No es preciso despojarse de toda "humanidad" para crear a ciertos
personajes?
Por una frase
bien lograda soy capaz de traicionar hasta a mi perro. Jamás
sacrificaría lo que considero un buen libro por razones de orden
personal. Es que se trata de dos universos incomunicables. Si alguien se
ve reflejado en el universo de la ficción es porque tiene un ego no
domado o es un débil mental.
¿Alguna vez has criado peces? ¿Guppys Reales quizás?
Sólo
una vez. Y ahora que lo veo con el tiempo comprendo que es una afición
que va acompañada con la tristeza. El pretexto para hacerlo fue una
pecera que recogí de la casa de mi amiga la escritora Pilar Dughi, una
gran autora y persona que murió antes de tiempo.
Precisamente el final de Salón de belleza es
muy triste. A mí, mi padre nunca me dejó criar peces porque me decía (y
esto se aplicaría al desenlace de tu novela) que traían muchísima mala
suerte. ¿Crees en ese tipo de cosas o te parecen absurdas?
Ya
sólo de planteárselas hay que creerlo. Cuando era niño mi madre
arrojaba al water, mientras yo dormía, cualquier pez que se me
ocurriera llevar a casa. Eso de la mala suerte tendría que ser cierto,
al menos para los peces que encontraba por allí.
En el párrafo final de la novela el personaje principal dice
"siento que es extraña en mí la forma como cada día mis pensamientos
fluyen más de prisa. Creo que antes nunca me detenía tanto a pensar. Más
bien actuaba". ¿Una enfermedad terminal nos obliga a pensar antes de actuar? ¿O, al fin y al cabo, se trata de la madurez?
Pues,
como todo lo escrito por mí, se trata de un lugar común. Creo que mis
libros devuelven a las personas lo que ellos ya saben. No creo que nadie
descubra nada nuevo después de leer un libro hecho por mí.
III
«NO PUEDO CREER EN DIOS PORQUE ME PARECE QUE NO ESTAMOS DOTADOS NI PARA IMAGINARLO, PERO SÍ CREO EN LOS MILAGROS COTIDIANOS.»
"Según
Poeta Ciego se debían crear peluquerías especiales que dieran respuesta
a preguntas de otro orden. Preguntas tales como si el corte obedecía a
alguna razón ideológica o si se trataba de un requisito para entrar en
una secta de perfil místico. Según teorías rudimentarias la cabeza
rapada es como un televisor sin antena. Por eso un individuo rapado es
el único con capacidad de encontrar al Dios que hay dentro de uno mismo", dice un párrafo de tu novela Poeta ciego.
Tú eres (en apariencia) un televisor sin antena. ¿La escritura te ha
ayudado a encontrar al Dios que hay dentro de ti mismo? ¿Cómo
describirías a este Dios?
Yo
soy sufí, orden a la que ingresé sin ninguna pretensión espiritual sino
como si a una escuela de escritores acudiera. Me llamó la atención lo
estricto del sistema que impera para demostrar, por ejemplo, que todo
forma parte de lo mismo. No puedo creer en Dios porque me parece que no
estamos dotados ni para imaginarlo, pero sí creo en los milagros
cotidianos. Que estemos ahora entablando esta comunicación entre tú y yo
es una prueba de ello.
Diana Palaversich, en el prólogo de la Obra reunida, publicada por Alfaguara, señala: "En
el panorama actual de la literatura latinoamericana, dominado en
general por la escritura de corte realista, sea autobiográfico,
histórico, sucio, o hiperrealista, la obra de Mario Bellatin surge como
un proyecto original y arriesgado cuyo objetivo es crear un universo
paralelo que desafía no sólo la lógica del mundo concreto sino también
los preceptos de la literatura realista protagonizada por personajes
verosímiles y caracterizada por textos que despliegan una trama
transparente, fácil de seguir". ¿Cómo decir que no hay autobiografía cifrada (strip-tease invertido, diría Mario Vargas Llosa) en un texto como Rosas de tu libro Flores?
Me rehúso a contestar una pregunta que contiene una metáfora tan desagradable y machista como ésa del strip-tease invertido. Ni que estuviéramos en el Negro-Negro o en el Mocambo.
¿Eres de los que motivan a los escritores en ciernes o, más bien, perteneces a los que disuaden?
¡Sabe
dios!, no creo que exista esa distinción, pero de haberla me gustaría
pertenecer al bando de los que los que disuadan. Escribir es un estado,
no proviene de una intención. Es imposible hacer algo, salvo acompañarlo
y no tratarlo como un estropajo, con un escritor.
¿Cuál fue la última película que te hizo llorar?
Bola Negra -el musical de Ciudad Juárez-. Es la única película de la que puedo ver no sólo su piel sino también sus intestinos.
¿Te gusta participar de congresos de escritores?
No.
Los detesto, sobre todo aquellos donde se establece de inmediato una
suerte de jerarquía entre los invitados. Sin embargo, asisto a ellos con
regularidad, porque con tal de seguir escribiendo soy capaz de hacer
casi cualquier cosa, como publicar, asistir a congresos y contestar
preguntas.
¿A qué escritor muerto te hubiese gustado conocer? ¿Y qué le preguntarías?
A Dostoievski. Le preguntaría cuánto tiempo le llevaba revisar, por ejemplo, las comas de Los Hermanos Karamázov o de El príncipe idiota.
Philip
Roth ha decidido dejar de escribir ficciones. ¿Te ves tomando esa
decisión en algún momento de tu vida o eres de los que piensan que
escribirán ficciones hasta su último día de vida?
Yo no he tomado nunca la decisión de escribir, como consecuencia no estoy en la capacidad de decidir no hacerlo.
¿Qué libro te recomendarías a lea a Alberto Fujimori?
Ninguno. Es posible que un libro le demuestre de una manera más clara el horror en el que está metido.
¿Qué libro le recomendarías a Mario Vargas Llosa?
Como gran lector que es, me gustaría que él me recomendara qué leer. Siempre y cuando sea un libro de literatura.
Hablando
de Vargas Llosa. En algunas declaraciones tuyas uno llega a notar que
no te cae bien (o no compartes muchas de sus opiniones). ¿Qué te parece
su obra?
Pues es
difícil compartir las opiniones con otro. ¿Su obra? Creo que pienso lo
de muchos: algunos libros excepcionales, otros pésimos; y su parte
política, aburridísima, no por su contenido, que sería lo de menos, sino
por la forma tan poco creativa que tiene de repetir sin modificarlas un
ápice ideas de manual.
¿Qué
segunda parte de memorias te gustaría leer, en el supuesto de que fuera
posible, pues al parecer Gabriel García Márquez sufre de Alzheimer: las
de GGM o Vargas Llosa?
Nadie
sabe lo que sucede con García Márquez y tampoco debía importar. No
leería ni primeras ni segundas partes de ninguno de los dos, porque
están muy cercanos en el tiempo --vivos, para no ir más lejos-- y lo que
puedan contar entraría dentro de una lógica de lo que ya sé o puedo
intuir.
¿Te interesan las memorias como género literario? ¿Por qué?
Eso
de los géneros literarios lo veo como una convención en creciente
desuso, y cuando leo algo lo hago por excepción, es decir porque se
trata de un libro que, por alguna razón -que va variando según sea el
caso-, una vez que lo empiezo no lo puedo soltar.
¿Si pudieras reencarnar en alguno de tus personajes a cuál elegirías y por qué?
En todos, porque creo que ellos sí viven la verdadera realidad y no la aburrida de la cotidiana.
¿Con qué selección te hubiese gustado disputar un 'mundial' de narradores? ¿México o el Perú? ¿Y qué mundial?
Odio
el fútbol. No me es indiferente. ¡Lo detesto! Porque no le encuentro el
sentido, y por las interminables horas perdidas en mi infancia
buscándoselo o tratando de que me interesara porque era un medio, lo
sabemos, de inclusión social. Ah, pero jugaría por la selección
mexicana, sin lugar a dudas, aquí nací y aquí vivo.
domingo, 14 de octubre de 2012
"Que los dioses te sean propicios", por Gustavo Faverón.
Hace muchos, muchos años, cuando era chico, salí por algunos meses con
una estudiante de psicología de la Católica, una chica linda,
inteligente, indecisa, de grandes y rápidos entusiasmos. Le gustaba la
poesía. Le leí los poemas de mis autores favoritos.
Le llamaron la atención, sobre todo, los de Antonio Cisneros. Su preferido era un poema muy corto, escrito con ese tono de parodia clásica que Toño usaba, indistintamente, en sus poemas más irónicos y en los más personales.
El poema era una celebración al nacimiento de su primer hijo, un poema de bienvenida al mundo. La chica lo aprendió de memoria (son apenas cuatro líneas). Poco después terminó conmigo. Años más tarde supe que se había casado. Se había casado con el primer hijo del poeta Antonio Cisneros.
Corrieron más años. Una noche conocí a Toño. No recuerdo si fue después del matrimonio de Alonso Rabí o si fue tras la presentación de un libro de Fernando Ampuero (ambas cosas sucedieron en la misma época y a las dos asistí, digamos, como testigo), un grupo de amigos subimos a un automóvil para ir a la casa de alguien. En el automóvil estábamos apiñados yo y una serie de personas demasiado grandes para un solo carro: Alonso Cueto, que manejaba, Fernando Ampuero, Antonio Cisneros.
Le conté a Toño la historia que les acabo de contar, sobre la chica de hacía años, que ahora era su nuera. Le divirtió. Me dijo: "Sobrino, uno no puede andar por ahí leyéndole a las chicas poemas ajenos. Esas cosas siempre cobran vida propia". Esa noche me dijo, también, que yo de perfil parecía un judío de Israel, un sabra, o un apóstol bíblico, lo que era lo mismo, pero que de frente parecía un ateo descarado; que ser ateo estaba muy mal pero que, en medio de todo, él podía respetar el descaro.
Conocer a Toño Cisneros era una cosa muy especial para mí. Cuando estaba en tercero de media, mi mamá me había dado libros suyos, libros de Mario Vargas Llosa y libros de Alfredo Bryce, para que conociera un poco de literatura peruana contemporánea: los libros de Vargas Llosa y Bryce habían sido publicados ese mismo año: eran La guerra del fin del mundo y La vida exagerada de Martín Romaña.
El de Toño, en cambio, era una rara compilación de poemas antiguos, que por algún motivo no habían aparecido en sus libros anteriores. Se titulaba Agua que no has de beber, y era de 1971. Fue el primer libro de poesía que leí sin que me lo hubiera ordenado un profesor. En los siguientes cuatro o cinco meses leí todas las novelas de Vargas Llosa, todos los libros de Bryce y todos los poemarios de Toño. Y mi vocación quedó sellada.
Así que a Toño Cisneros le debo, como a los otros dos, buena parte de lo que soy ahora y de lo que hago ahora. Cuando publiqué mi novela El anticuario quise reconocer esa deuda anteponiéndole al texto un epígrafe de Toño, tomado del poema "Oración":
Cómo hablar del amor, de las colinas blandas de tu reino,
si habito como un gato en una estaca rodeada por las aguas,
Cómo decirle pelo al pelo
diente al diente
rabo al rabo
y no nombrar la rata.
Y cuando nació mi hija Zoe, me fue imposible no recibirla con las palabras de aquel mismo viejo poema que Toño escribió para su hijo:
Oh tu líquida y redonda habitación:
la cómoda, la bien dispuesta, la armoniosa.
Y de pronto en el aire de las cuatro estaciones y los dioses:
que los dioses te sean propicios.
Antonio Cisneros no fue simplemente uno de los mayores poetas en la historia de las letras peruanas: fue una señal de su tiempo y un poderoso motor en el viaje de esa poesía en la segunda mitad del siglo veinte.
Fue ideológica y estéticamente complejo: en sus libros se reúnen elementos muy disímiles: un marxismo heterodoxo; una suerte de utopía garcilasista que si bien a veces vira hacia lo aristocratizante, otras veces se introduce felizmente en lo popular; un afán constante de mestizaje cultural; un historicismo preocupado y punzante; una poderosa unción religiosa que sólo es contenida a veces por la ironía, y una forma única de revisión de los diversos modelos del clasicismo y del barroco que jamás, pese al tono de parodia, se permite la simplificación de descartar o malbaratear esos modelos.
Su poesía no solo está atravesada de ideologías que al común de nosotros nos parecerían contradictorias. También es una consciente reflexión sobre ellas y sobre el asunto mismo de la ideología. Uno de sus poemas más bellos se aproxima al tema de manera conmovedora (porque una de las maravillas de Toño fue su capacidad de conmover profundamente con la discusión filosófica, de convertir la discusión filosófica en lo que nunca debe dejar de ser, finalmente, es decir, en una discusión sobre nuestras propias pequeñas vidas):
Si los hombres viven en la barriga de una ballena
sólo pueden sentir frío y hablar
de las manadas periódicas de peces y de murallas
oscuras como una boca abierta y de manadas
periódicas de peces y de murallas
oscuras como una boca abierta y sentir mucho frío.
Pero si los hombres no quieren hablar siempre de lo mismo
tratarán de construir un periscopio para saber
cómo se desordenan las islas y el mar
y las demás ballenas -si es que existe todo eso.
Y el aparato ha de fabricarse con las cosas
que tenemos a la mano y entonces se producen
las molestias, por ejemplo
si a nuestra casa le arrancamos una costilla
perderemos para siempre su amistad
y si el hígado o las barbas es capaz de matarnos.
Y estoy por creer que vivo en la barriga de alguna ballena
con mi mujer y Diego y todos mis abuelos
Su obsesión con los nacimientos y los cementerios, por ejemplo, parece barroca, y hondamente cristiana, y sin embargo él la convierte en una reflexión perpetua sobre la historia, sobre las reiteraciones y los ciclos de la historia, desde una perspectiva que sólo su fe salva de ser enteramente materialista. Nacimiento y muerte son las señales del tiempo: son ingresos en esferas inesperadas. Hoy que él entra en una de ellas, hay que pedir que los dioses le sean propicios.
Le llamaron la atención, sobre todo, los de Antonio Cisneros. Su preferido era un poema muy corto, escrito con ese tono de parodia clásica que Toño usaba, indistintamente, en sus poemas más irónicos y en los más personales.
El poema era una celebración al nacimiento de su primer hijo, un poema de bienvenida al mundo. La chica lo aprendió de memoria (son apenas cuatro líneas). Poco después terminó conmigo. Años más tarde supe que se había casado. Se había casado con el primer hijo del poeta Antonio Cisneros.
Corrieron más años. Una noche conocí a Toño. No recuerdo si fue después del matrimonio de Alonso Rabí o si fue tras la presentación de un libro de Fernando Ampuero (ambas cosas sucedieron en la misma época y a las dos asistí, digamos, como testigo), un grupo de amigos subimos a un automóvil para ir a la casa de alguien. En el automóvil estábamos apiñados yo y una serie de personas demasiado grandes para un solo carro: Alonso Cueto, que manejaba, Fernando Ampuero, Antonio Cisneros.
Le conté a Toño la historia que les acabo de contar, sobre la chica de hacía años, que ahora era su nuera. Le divirtió. Me dijo: "Sobrino, uno no puede andar por ahí leyéndole a las chicas poemas ajenos. Esas cosas siempre cobran vida propia". Esa noche me dijo, también, que yo de perfil parecía un judío de Israel, un sabra, o un apóstol bíblico, lo que era lo mismo, pero que de frente parecía un ateo descarado; que ser ateo estaba muy mal pero que, en medio de todo, él podía respetar el descaro.
Conocer a Toño Cisneros era una cosa muy especial para mí. Cuando estaba en tercero de media, mi mamá me había dado libros suyos, libros de Mario Vargas Llosa y libros de Alfredo Bryce, para que conociera un poco de literatura peruana contemporánea: los libros de Vargas Llosa y Bryce habían sido publicados ese mismo año: eran La guerra del fin del mundo y La vida exagerada de Martín Romaña.
El de Toño, en cambio, era una rara compilación de poemas antiguos, que por algún motivo no habían aparecido en sus libros anteriores. Se titulaba Agua que no has de beber, y era de 1971. Fue el primer libro de poesía que leí sin que me lo hubiera ordenado un profesor. En los siguientes cuatro o cinco meses leí todas las novelas de Vargas Llosa, todos los libros de Bryce y todos los poemarios de Toño. Y mi vocación quedó sellada.
Así que a Toño Cisneros le debo, como a los otros dos, buena parte de lo que soy ahora y de lo que hago ahora. Cuando publiqué mi novela El anticuario quise reconocer esa deuda anteponiéndole al texto un epígrafe de Toño, tomado del poema "Oración":
Cómo hablar del amor, de las colinas blandas de tu reino,
si habito como un gato en una estaca rodeada por las aguas,
Cómo decirle pelo al pelo
diente al diente
rabo al rabo
y no nombrar la rata.
Y cuando nació mi hija Zoe, me fue imposible no recibirla con las palabras de aquel mismo viejo poema que Toño escribió para su hijo:
Oh tu líquida y redonda habitación:
la cómoda, la bien dispuesta, la armoniosa.
Y de pronto en el aire de las cuatro estaciones y los dioses:
que los dioses te sean propicios.
Antonio Cisneros no fue simplemente uno de los mayores poetas en la historia de las letras peruanas: fue una señal de su tiempo y un poderoso motor en el viaje de esa poesía en la segunda mitad del siglo veinte.
Fue ideológica y estéticamente complejo: en sus libros se reúnen elementos muy disímiles: un marxismo heterodoxo; una suerte de utopía garcilasista que si bien a veces vira hacia lo aristocratizante, otras veces se introduce felizmente en lo popular; un afán constante de mestizaje cultural; un historicismo preocupado y punzante; una poderosa unción religiosa que sólo es contenida a veces por la ironía, y una forma única de revisión de los diversos modelos del clasicismo y del barroco que jamás, pese al tono de parodia, se permite la simplificación de descartar o malbaratear esos modelos.
Su poesía no solo está atravesada de ideologías que al común de nosotros nos parecerían contradictorias. También es una consciente reflexión sobre ellas y sobre el asunto mismo de la ideología. Uno de sus poemas más bellos se aproxima al tema de manera conmovedora (porque una de las maravillas de Toño fue su capacidad de conmover profundamente con la discusión filosófica, de convertir la discusión filosófica en lo que nunca debe dejar de ser, finalmente, es decir, en una discusión sobre nuestras propias pequeñas vidas):
Si los hombres viven en la barriga de una ballena
sólo pueden sentir frío y hablar
de las manadas periódicas de peces y de murallas
oscuras como una boca abierta y de manadas
periódicas de peces y de murallas
oscuras como una boca abierta y sentir mucho frío.
Pero si los hombres no quieren hablar siempre de lo mismo
tratarán de construir un periscopio para saber
cómo se desordenan las islas y el mar
y las demás ballenas -si es que existe todo eso.
Y el aparato ha de fabricarse con las cosas
que tenemos a la mano y entonces se producen
las molestias, por ejemplo
si a nuestra casa le arrancamos una costilla
perderemos para siempre su amistad
y si el hígado o las barbas es capaz de matarnos.
Y estoy por creer que vivo en la barriga de alguna ballena
con mi mujer y Diego y todos mis abuelos
Su obsesión con los nacimientos y los cementerios, por ejemplo, parece barroca, y hondamente cristiana, y sin embargo él la convierte en una reflexión perpetua sobre la historia, sobre las reiteraciones y los ciclos de la historia, desde una perspectiva que sólo su fe salva de ser enteramente materialista. Nacimiento y muerte son las señales del tiempo: son ingresos en esferas inesperadas. Hoy que él entra en una de ellas, hay que pedir que los dioses le sean propicios.
Vuelve "El pez de oro" ...
Una muy buena noticia: El pez de oro, de Gamaliel Churata ha sido editado por Cátedra para su colección Letras Hispánicas. La edición y el estudio han sido realizados por Helena Usandizaga, docente de la Universidad Autónoma de Barcelona. Ahora queda esperar su llegada a las librerías limeñas.
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