Un año más sin Borges.Mañana se cumplen 25 años de la muerte del extraordinario escritor argentino, por lo que Graciela Russo entrevistó a su viuda, María Kodama, para PERFIL.
FUENTE : Perfil.com
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Este martes 14 se conmemorará el 25° aniversario de la muerte de Jorge Luis Borges. Y si se quiere hablar de él, no hay mejor interlocutor que su viuda: María Kodama, que recibió a PERFIL en la fundación internacional que ella misma creó en 1988, sobre la calle Anchorena, justo al lado de la casa donde Borges vivió junto a su familia entre los años 1938 y 1943, y donde diera vida al cuento Las ruinas circulares.
—Ya pasaron 25 años de la muerte de Borges, ¿siente que fue ayer, el dolor ya pasó o sigue vivo en sus recuerdos?
—Es un tema muy complicado. Yo no hice su duelo, no sé cuándo lo haré, entonces mientras tanto –que todo el mundo me lleva a eso– es como una presencia. O sea, no siento su pérdida.
—¿No hizo el duelo porque no pudo, porque no quiso o porque no supo?
—Es obvio que no pude hacer el duelo por todos los ataques que fui recibiendo de la gente que me agredía y difamaba. Hay una sola forma de desahogarse, y para hacer un duelo uno tiene que quedarse en carne viva, y si yo me hubiera quedado en carne viva me hubieran deshecho. Y yo no podía permitir eso.
—¿Siempre se tuvo que mantener fuerte para resistir los embates?
—Exacto. Yo siempre pensaba, les decía a mis amigos, que era como un camino con un Blindex de un lado y un Blindex del otro. De éste, estaban los que yo llamo los monstruos, que hablan en un lenguaje y tienen una manera de comportarse que no es la mía. Y del otro lado, el duelo por hacer. Las dos cosas imposibles. Entonces me puse a pensar –porque a veces pienso– que como en la Edad Media, como la dama andante en lugar del caballero andante, que Borges partió de esta vida sintiendo una vibración mía. Dicen que cada uno con la simpatía, la antipatía, el amor o el odio, o lo que sea, establece un puente con el otro y él partió sintiendo esa corriente. Si yo cambio eso, y si existe algo como si fuera una energía en algún punto del espacio, lo pierdo para siempre. Si cambio por esa gente deleznable, lo pierdo para siempre, y eso no lo voy a permitir.
—No le perdonan que Borges la haya elegido a usted como su representante cuando él ya no estuviera.
—Por supuesto, y sobre todo también hay una cosa de xenofobia. Algo muy fuerte.
—¿Xenofobia, por qué?
—Bueno, si no le parece xenofobia que me llamen “la piel amarilla”, entonces yo soy Mahoma.
—¿Cómo era Borges?
—Borges era un ser sumamente divertido y una persona que amaba profundamente la vida.
—¿La diversión es lo que más marca siempre de su relación con Borges?
—Sí. La verdad es que lo pasábamos bomba, como dicen los italianos.
—Seguramente debe tener infinidad de anécdotas. ¿Puede recordar alguna?
—¡Hay tantas! De viajes, sobre todo. Una divertida fue cuando hicimos el viaje en globo sobre el valle de Napa, en California. Borges estaba entusiasmadísimo, no durmió esa noche imaginando cómo iba a ser el globo. Teníamos que salir a las dos de la mañana del hotel. Cuando llegamos al hangar, la gente que iba a dirigir el globo creyó que iba a subir yo y que Borges iba a ir en el auto siguiendo el globo. Entonces, Borges dijo: “No, no, voy a subir yo”. A lo que el señor del hangar le dijo: “Pero, señor, esto es muy difícil para subir”. A lo que él le contestó: “Bueno, pero ustedes pueden izarme”. Fue muy divertido, porque a medida que subíamos se iba quemando el gas arriba y él me miraba asombrado y me decía: “María, pensamos en todo menos en traer dos sombreros de paja, porque hace tanto calor acá adentro”.
—¿No la inquieta pensar qué será de esta fundación el día de mañana?
—No. Pero tampoco es algo en lo que pienso. Lo único que tenemos concreto es el aquí y el ahora. Yo no pienso en el pasado, no pienso en el futuro, yo vivo el momento en el que estoy de manera plena, y eso es todo. La vida me va dando cosas que son realmente maravillosas.
—¿Borges escribía en cualquier momento o necesitaba lugares y horarios especiales?
—Escribía cuando quería, cuando, como decía él, se le ocurría algo, o cuando soñaba. Muchas cosas también las soñaba y entonces después veía si eso servía para un cuento, para un poema, o si no servía para nada. Cuando perdió la visión, primero le dictaba a la madre y luego hizo lo mismo conmigo.
—¿Cuánta confianza tengo que tener en la persona que le estoy dictando para que comprenda concretamente lo que quiero decir?
—Ah, no, no, pero él después se hacía leer y releer y después, cuando iba a la imprenta, se hacía releer nuevamente. Borges era muy perfeccionista. Ahora estoy muy contenta porque salen las obras completas con notas de Borges y lo que quiero –creo que ya lo comenzaron a hacer en México– es la obra con variantes de texto.
—En su paso por Argentina, Mario Vargas Llosa dijo que si resucitara Borges, él le daría el Premio Nobel. ¿Cree que a Borges le hubiera gustado recibirlo?
—No sé, él decía que era mejor que no se lo entregaran nunca porque de esta manera era el mito escandinavo.
—Pero, puertas adentro, ¿sufrió que por una cuestión política nunca se lo entregaran?
—No, no, para nada. A él realmente esas cosas no le importaban, no le interesaban.
—En 2009, una diputada presentó un proyecto para repatriar los restos de Borges a la Argentina. ¿Usted lo permitiría?
—No, yo tuve en su momento una entrevista con esa diputada y en realidad no era una idea de esa diputada, sino de ese señor Alejandro Vaccaro, que ha llegado a presidente de la SADE, que es una vergüenza después de Lugones y de Borges y que está junto con el señor Roberto Alifano con un proceso penal por estafa a la propiedad intelectual. Falsificaron 25 textos de Borges haciendo collage y los vendían como inéditos al exterior. En realidad, la repatriación es un proyecto de ese señor que quiere trepar con el nombre de Borges. Eso es todo.
—¿Pero más allá de esto que usted denuncia, permitiría que los restos de Borges fueran traídos al país?
—Su deseo fue morir allá debido a la falta de respeto de los argentinos. Yo nunca me voy a olvidar de que, cuando Borges estaba enfermo, tuvimos una larga gira por Italia y después de Italia me dijo que quería ir a Ginebra. Yo pensé: “Ok, quiere despedirse”. Pero cuando llegamos a Ginebra, me dijo que nos quedaríamos. Entonces, yo pensé que se sentía mal, fue por eso que lo consulté con los editores de Francia y de España para ver la posibilidad de conseguir un avión sanitario, a lo que ellos me dijeron que no había ningún problema. Entonces, yo se lo dije al médico de Borges para que se lo comunicara a él porque si se lo decía yo me iba a sacar corriendo, porque la determinación de Borges era que nos quedáramos en Ginebra. Esa noche, cuando estuvimos solos, él me dijo algo terrible. Me dijo que si yo lo quería, como él sabía que lo quería, no podía ver su agonía empapelando las calles de la ciudad, convertida en un espectáculo público. Que él quería morir sereno, en paz, con la persona que él quería a su lado y en una casa como habían muerto sus antepasados. Borges no quería para sí lo que había sucedido con Balbín. Entonces, ¿de quién es la responsabilidad de todo esto, de la falta de respeto?
—¿Qué piensa hacer con el escritor chileno Eduardo Labarca, que graficó la tapa de su último libro orinando sobre la tumba de Borges?
—Estamos viendo. Aparentemente el editor ha sacado todas las tapas, ha confiscado esa edición y sacó otra con otra tapa y aparentemente, según dicen, ha sacado una carta de disculpas en Clarín. Si eso es realmente así, OK. Ahora, si eso no ha sido hecho, por supuesto haré las acciones legales correspondientes.
“Era la mitad de mi alma”
Kodama conoció a Borges a los 16, pero cree que “quizás estaba enamorada de él a la edad en la que todos los niños se enamoran de una manera fatal”, cuando tenía cinco años y una profesora le leía sus poemas en inglés.
—¿Cómo fue conocerlo, estar, enamorarse y permanecer hasta convertirse en la mujer de Borges?
—Como una maravilla en mi vida. No sé, como el brillante Koh-I-Noor, el brillante más espléndido que hay en el mundo. Es eso. Para mi vida, él es y seguirá siendo eso. Porque 25 años después de que murió sigo con él y sigo haciendo todo como si estuviera él. Yo vivo de esa manera, no hago, como podría decir, como mi vida personal, sino que todo siempre está volcado a lo que él quería, a lo que es mejor para él, a lo que a él le hubiera gustado.
—¿Siente de alguna manera que le entregó toda su vida a Borges?
—Yo creo que no es entregar la vida, es que es la mitad de mi alma. No es entregar nada, es la mitad de uno.
—Hace 25 años que él ya no está. ¿Cuántos años estuvieron juntos?
—Y... casi toda mi vida. Desde que tenía 16 años. Lo conocí, empecé a estudiar con él y en ese momento no sabía que esto iba a ser así, pero de alguna manera, si nos atenemos a lo que decía Einstein respecto a que el tiempo no es lineal, sino que es un bloque que está todo unido, quizás sin saberlo, lo sabía.
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