A propósito de la presentación de su nueva novela, El verano largo, Siu Kam Wen fue entrevistado por Carlos Sotomayor.
Fuente: Letra Capital
Siu Kam Wen estuvo de paso nuevamente en Lima. En esta ocasión, entre otras cosas, para presentar su más reciente novela El verano largo (Editorial Casatomada, 2012), inspirada en una historia de amor que vivió su autor en la juventud.
Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR
–¿Cómo surge El verano largo?
La novela está inspirada en algo que efectivamente pasó. Hace como tres años regresé a Lima para presentar El tramo final y La vida no es una tómbola. Y me hicieron un buen número de entrevistas, algunas de ellas aparecieron en periódicos y otras, en revistas. Después de tres meses, cuando ya me encontraba de retorno en Hawaii, me llegó un email de alguien que había conocido hace 38 años y que fue mi primer amor. Ella me había reconocido en una entrevista que me hicieron en la revista Caretas.
–También se puede leer como una travesía al pasado, a la época de tu juventud.
Sí. Tiene dos partes. La primera es un viaje al pasado, exactamente al año 1971. Ese año ingresé a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y fui al ciclo básico. Eso era un programa nuevo que reunía a todos los ingresantes de diversas facultades. Y en esa época conocí a una chica que yo pensé que tenía 18, pero en realidad tenía 16.
–Es también un homenaje a la amistad. En ese ciclo básico tú conoces entre otros al también escritor Cronwell Jara…
Bueno, Cronwell me tomó confianza. Me dio a revisar “Montacerdos”, el manuscrito. Yo fui el primer lector, o por lo menos uno de los primeros, de su cuento “Montacerdos”. También conocí a Mario Choy. Nos decían bohemios, porque llegábamos a las 11 de la mañana de un domingo y regresábamos en la madrugada del lunes.
–¿Qué es lo que más recuerdas de esa época?
La época. Casi todas las semanas teníamos mítines, protestas, marchas. Era políticamente muy revuelta, pero también muy interesante. Había algo vivo, había algo pujante. En esa época había empezado la reforma agraria y la reforma social. Finalmente, todas esas reformas se vinieron abajo, no resultaron. Yo no creo que haya habido otra época similar en la historia del Perú. La revolución de Velazco fue un espejismo, pero mientras uno la vivió fue la mejor experiencia…
–¿Por los ideales?
Sí, por los ideales…
–Ideales que se han perdido…
Sí, y no sólo con el fracaso de la revolución peruana, sino también con la caída del muro de Berlín, con la conversión de China al capitalismo, con el fracaso de la revolución cubana. Ya no hay ese idealismo.
–¿Tú eras de izquierda?
Yo era izquierdista, pero después tuve que aceptar la realidad, que la ideología no funciona, que la ideología utópica de Marx o de Engels no funciona. Y he tenido que aceptar esa realidad pragmática.
–Sé que Stendhal es muy importante en tu literatura. ¿A qué se debe?
Yo prefiero escribir en forma llana, sin mucho artificio. Y se dice que Stendhal cuando escribió Rojo y negro siempre tenía al lado el Código de Napoleón, que era conciso y claro. Y yo hacía los mismo, sobre mi escritorio tengo Rojo y negro porque si a veces sufro la tentación de ser demasiado florido, releo esa novela.
–Escribes en español. ¿Por qué?
Bueno, conozco tres lenguas. He tratado de escribir en inglés. Pero siempre supe que en inglés no iba a ser tan bueno como en español. Y ya me he olvidad del chino escrito; lo puedo hablar, pero escribir una novela no, tal vez alguna carta.
–¿Cómo es tu relación con el Perú? Te lo pregunto porque tú naces en China, vienes aquí de niño y te quedas hasta que por razones de no conseguir trabajo terminas yéndote a Hawaii donde has pasado la mayor parte de tu vida. Pero siempre vuelves al Perú.
Bueno, como escritor siempre vuelvo al Perú porque mis años de formación (parte de mi infancia, mi adolescencia y mi juventud temprana) se vivió en Lima. Esos fueron los años que me han marcado de un modo u otro. Sin el Perú no hubiera llegado a ser escritor. Si me hubiera quedado en China me hubiera convertido en un campesino ignorante. Y si me hubiera quedado en Hong Kong me hubiera convertido en un tipo superficial.
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