Hace algunas semanas se publicó Antología personal (Punto de lectura, 2012), de Fernando Ampuero. A propósito de esta publicación, comparto este artículo de Gabriel Ruíz Ortega.
Fuente: La fortaleza de la soledad
Algo de experiencia
tengo en estos negocios de las antologías. En realidad no es para nada difícil,
solo hay que conocer bien el universo del cual quieres llevar a cabo tu
escogencia. Y claro, es necesaria una distancia, una mirada fría con respecto
del material que vas a trabajar. Aunque también
hay que desahuevarse y dejar de lado los amiguismos y las vendetas personales.
¿Pero qué ocurre cuando
un autor tiene que seleccionar su propia obra? En este caso, los parámetros
mencionados en el párrafo anterior se van a tacho. No hay distancia, queda de
lado la objetividad. Se hace la criba desde el terreno del sentimentalismo,
hasta se llega a creer que todo lo que se ha escrito es maravilloso. Entonces
el autor debe atenerse a las consecuencias de su ego y terquedad.
En tiempo record llegó
a mis manos Antología personal (Punto
de Lectura, 2012) de Fernando Ampuero. Cuentos. Poemas. Prosas. A secas.
Conozco bien la narrativa
de este autor, a quien, dicho sea, le está yendo mejor, como escritor, desde
que dejó El Comercio. Y la opinión favorable que tenía de su obra se ha reforzado
considerablemente. Pero siento algo de desazón, puesto que debió asesorarse,
dejar que sea otro quien realice el filtro. Claro, se dirá que si eso pasaba,
el libro ya no sería una antología personal. Pero eso a quién diablos le
importa. Todo vale en pos de antologías redondas, y con mayor razón cuando son
personales.
Ampuero acierta en la
sección Cuentos. Aquí nos topamos con cumbres de la cuentística peruana
contemporánea, como “Taxi Driver sin Robert De Niro”, “Malos modales”, “Voces”,
Bicho raro”, “Kim Novak en París” y “La aventura”. Pero también leemos uno muy
sobredimensionado. “El departamento”. Buena historia, pésimo tratamiento. Pero
en fin. No es culpa suya, sino del crítico Gustavo Faverón, que lo incluyo,
rescatándolo de un número de Caretas de los ochenta, en su antología sobre la
violencia política Toda la sangre.
Nuestro autor salvó al cuento de la guadaña porque ya es parte de una antología
importante, quizá la mejor que se publicó en la década anterior.
Las secciones Relatos y
Artículos pudieron formar una sola. Es casi perfecta. Y lo es no por la
alternancia de textos flojos, sino omisión de algunos que no sé por qué no
integran el volumen. Pienso en “La teoría de la malagua. Narradores peruanos de
fin de siglo”.
En ambas secciones es
posible detectar una mirada distinta, un humor fino y a la vez callejero, capaz
de elevar tópicos en apariencia remanidos. Gracias a su pluma adquieren otra
tonalidad, ajena a la fugacidad de la escritura periodística. Al respecto,
hasta sus más acérrimos detractores estarán de acuerdo con este servidor.
Definitivamente,
Ampuero tiene muchos amigos y amigas. Y entre ellos algún que otro escritor y
varias lectoras empedernidas y serias… Por eso me atrevo a especular, es lo que
me queda para intentar explicarme la justificación de la sección Poemas. O sea,
ninguno de ellos ha sido capaz de decirle que no es poeta. Si le hubieran dicho
que es un mal poeta, sería excesivo, porque estaríamos aceptándolo como vate. Y no, pues. Así no se juega…
Por cierto, en la
contratapa del libro figura un párrafo de Washington Delgado sobre el Ampuero poeta : “Ampuero
es un poeta extremado y original”.
Sin comentarios,
Delgado se pasó de generoso.
Yo no soy amigo de
Ampuero, pero me consta su buen talante para las críticas, e imagino que aún más
para con la verdad. En tal sentido, querido Fernando, no eres poeta. Lo tuyo ha sido, es y será la Narrativa.
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