Año del centenario de José María Arguedas

Año del centenario de José María Arguedas

martes, 30 de agosto de 2011

Convocatoria " Las ideas de nación en la narrativa peruana desde los años cincuenta: Homenaje a Edgardo Rivera Martínez" ...





FUENTE : Celit UNMSM

LAS IDEAS DE NACIÓN EN LA NARRATIVA PERUANA DESDE LOS AÑOS CINCUENTA

HOMENAJE A EDGARDO RIVERA MARTINEZ

17 al 21 de octubre de 2011

El Centro de Estudiantes de Literatura de la Universidad Mayor de San Marcos

Lima, Perú

CONVOCA AL CONGRESO NACIONAL

“Las ideas de nación en la narrativa peruana desde los años cincuenta.

Homenaje a Edgardo Rivera Martínez”

Semana de la literatura en San Marcos

¿Cómo se ha configurado la idea de nación en la narrativa peruana de las últimas décadas? ¿Cuáles son los planteamientos ideológicos a partir de este concepto? ¿De qué manera se construye la idea de nación en la obra de Edgardo Rivera Martínez? A partir de los años cincuenta, la literatura peruana atraviesa una serie de cambios que dialogan con los distintos procesos sociales y culturales en el país. El espacio de la creación verbal toma nuevas direcciones. De este modo, surge la narrativa urbana y se renueva el indigenismo; a su vez, sistemas no canónicos como el relato fantástico y el policial se fortalecen. En suma, se forman importantes derroteros para un largo proceso de modernización en nuestras letras. Es en este contexto donde aparece la obra de Edgardo Rivera Martínez la cual difiere de otras propuestas pues este autor rompe con las dicotomías establecidas en el ámbito histórico y literario, que se han repelido y atraído, pero pocas veces conjugado.

La comisión organizadora de las actividades académicas por la Semana de la Literatura en San Marcos convoca a la comunidad académica nacional e internacional a presentar trabajos de acuerdo a los siguientes ejes temáticos:

1.- Las ideas de nación en la narrativa peruana desde los años cincuenta.

2.- El proyecto de nación ligado a los procesos de modernización.

3.- Problematizar el periodo de nuestra literatura a partir de la categoría de nación.

4.- Metacrítica (teoría e historiografía) sobre conceptos como indigenismo, neoindigenismo, posindigenismo, etc.

5.- Investigaciones en torno a la obra de Edgardo Rivera Martínez.

  • Problematización de la clasificación de su obra.
  • Estudios sobre su novelística y cuentística.
  • Relaciones e influencias en su obra.

Los interesados deberán presentar sus sumillas a la siguiente dirección electrónica: semanadelaliteratura2011@gmail.com. El plazo de envío será hasta el 25 de setiembre; asimismo, deberán cumplir los siguientes requisitos formales:

Se mandará un archivo que deberá contener lo siguiente: Título de la ponencia, resumen descriptivo (de aproximadamente 250 caracteres), datos del participante (Nombres, teléfonos celular o fijo, correo electrónico y, de manera obligatoria, la filiación institucional).

El Comité Organizador acusará recibo de las propuestas y notificará la aceptación de las sumillas antes del 2 de octubre por medio de un correo electrónico o una llamada telefónica. Luego de conocidos los resultados, el seleccionado deberá enviar su ponencia a más tardar el 16 de octubre, la cual no deberá exceder las 10 carillas (excluida la bibliografía), en formato A-4, Arial 12, a doble espacio y con el citado de fuentes según el sistema internacional del MLA. La extensión de las ponencias no deberá exceder los 20 minutos de lectura oral. La lengua del congreso es el español. Asimismo, se deberá adjuntar los créditos o la reseña biográfica del ponente.

Comité académico

Dr. Marco Martos Carrera

Dr. Tomás Escajadillo

Dr. Ricardo Gonzales Vigil

Dr. Carlos García-Bedoya

Dr. Camilo Fernández Cozman

Dr. César Ferreira

Dr. Julio Ortega

Dr. José Antonio Mazzotti

Dr. Jorge Valenzuela

Dr. Gonzalo Espino

Dr. Ismael Márquez

Comité organizador

CELIT – UNMSM

Manuel Larrú Salazar (Director de la EAP Literatura – UNMSM)

Antonio González Montes (Coordinador del Dpto. Literatura – UNMSM)

Dr. Hildebrando Pérez Grande

Mg. Dorian Espezúa Salmón

Dr. Mauro Mamani Macedo

Lic. Elizabeth Lino Cornejo



X Canciotón ...




FUENTE: CantautoresPeruanos


Festival Todas las sangres ...





miércoles, 24 de agosto de 2011

Pedro Escribano en la Casa de la Literatura ...




FUENTE: Diario La República

El Fondo Editorial de la Universidad de Ciencias y Humanidades (UCH) presenta una amena tertulia literaria entre los periodistas y escritores peruanos: Pedro Escribano ( autor del libro "Rostros de Memoria”) y el escritor Enrique Planas (El Comercio).

El escenario será el auditorio principal de la Casa de la Literatura Peruana, el día viernes 26 de agosto. Jr. Ancash 207, centro de Lima, Estación de Desamparados). A las 19:00 horas. Ingreso libre.



"La lectura es lo que canaliza todo en mí" ...




Acaba de aparecer, en la página literaria chilena Proyecto Patrimonio, una entrevista realizada por Orlando Mazeyra a Gabriel Ruiz Ortega: una entrevista recomendable.

FUENTE : Letras.s5.com


Entrevista a Gabriel Ruiz-Ortega :

«La lectura es lo que canaliza todo en mí»

Por Orlando Mazeyra Guillén


Escritor, blogger pertinaz y, por sobre todas las cosas, un ávido lector. Ha publicado la novela La cacería y también ha sido compilador de más de una antología de narrativa, Gabriel Ruiz Ortega (Lima, 1977) nos habla de su obra, de los nuevos escritores peruanos, de su conocido blog La fortaleza de la soledad y de muchas otras cosas que trae esta sabrosa entrevista.

La Cacería

–En el año 2005, salió a la luz tu primera incursión narrativa, la novela La Cacería, ¿qué nos podrías decir, a la distancia, de esta entrega literaria?
–Es una novela que escribí con mucha entrega, fuego y rabia. Recuerdo que me encerré en un hostal, durante ocho días, para escribirla. La cacería es una novela que no estaba en mis planes. Pero las circunstancias me depararon otro destino. Y la verdad es que no me arrepiento. Representa muchas cosas para mí, tanto en lo personal como en influencias literarias y culturales. Era un libro condenado a pasar desapercibido pero ese no fue su destino. Y ese es quizá uno de los motivos de peso que más le jode a mis detractores de toda la vida. Yo soy el primero en reconocer su leyenda negra, por la cual más de uno no ha dudado en atacarme, cuando lo cierto es que cada vez se habla de ella (así sea bien o mal), más interés existe en reeditarla. En estos años he recibido cuatro propuestas de reedición. Estuve a punto de aceptar una de ellas, pero me dije que aún no era su momento. Además, me gusta la novela tal y como está. La releo con gracia y no puedo negar que me ha traído muchas satisfacciones. Es pues como una hija malcriada, engreída, caprichosa. Por otra parte, no me hago palta alguna con las opiniones de los lectores. Si les gusta, bien. Si no, el mundo no se me acaba.

Disidentes

–Es común que, como antólogo, recibas más reclamos que elogios. ¿De qué manera toma las críticas el “autor” de las antologías?
–Tomo cada crítica como lo que es: una opinión más. Y con mayor razón en un ambiente literario como el peruano, tan volátil y falso, tan envidioso e inculto, tan propenso al amiguismo más ramplón, sin estilo alguno, delatado precisamente por sus antologías. De mi condición de antólogo se puede decir mucho. Para empezar, no soy crítico, nunca me interesó serlo. Las dos antologías que he presentado han generado eco, Disidentes de 2007 tuvo un éxito arrollador, por ejemplo. Recuerdo que muchos saltaron ni bien esta salió. Dejé que las cosas siguieran su propio cauce, ya que sabía que al libro le iría muy bien. Recibí todas las críticas, dardos y pataleos con una buena coraza de tolerancia. Yo sabía que a la antología le iría bien, y no por el hecho de ser el antólogo, sino porque ante todo estaba convencido de que la selección era muy buena, casi excelente. Como te dije, no soy crítico, ni académico. Pero soy un muy buen lector. Siento que mi capacidad de lector se pone a prueba con las antologías. No me voy a sabotear por el amiguismo y los sentimientos menores.

–Acaba de aparecer Disidentes 1. Antología de nuevas narradoras peruanas. ¿Cómo ves en líneas generales a las nuevas narradoras del Perú?
–Me siento más cerca de las narradoras que de los narradores. En este acercamiento resulta esencial mi formación como lector de novelas de aventuras, es decir, mi preferencia por la trama y el asunto. En estos años hemos tenido una línea muy marcada en la nueva producción narrativa peruana: la gran mayoría de narradores han mostrado una preferencia casi abusiva por la elasticidad verbal y las piruetas estructurales. No digo que esté mal, en absoluto, pero han descuidado el componente esencial que acerca un trabajo de ficción con el lector: el argumento, así de simple. Son las mujeres las que han sabido contarnos buenas historias. Como dije en otra entrevista, creo que a ellas no les interesa ser duchas en el uso del lenguaje, sino transmitir sensaciones por medio de historias. La verdad que me he excitado, llorado, alegrado, conmovido, enfurecido, en fin… con las nuevas narradoras peruanas. Pienso en los cuentos de largo aliento de Karina Pacheco, Alina Gadea, Julie de Trazegnies, Susanne Noltenius, Patricia Miró Quesada y Rossana Díaz, o en la contundencia atmosférica de Jennifer Thorndike.

–¿Sería arriesgado decir que, en los últimos años, las mujeres han sido más prolíficas que los hombres?
–Sí. Sería muy arriesgado. Si te refieres al número de libros publicados, los narradores han publicado mucho más. Dentro de esta camada de narradoras, casi todas no pasan del primer libro; solo, y es lo que recuerdo en estos momentos, por lo que podría estar equivocado, Karina Pacheco y Katya Adaui llevan varios libros publicados. Pacheco tiene a la fecha cuatro títulos muy bien tratados por la crítica de medios y Adaui con su segundo cuentario ha demostrado un notable avance narrativo. Ahora, la cantidad de libros por autor, no es garantía de nada. Los progresos no debemos medirlos así. Cada escritor tiene su propio ritmo. Tampoco pasemos por alto el saludable ambiente de camaradería que existe entre las narradoras, que no caen en las guerritas de callejón que protagonizan los escritores.

La fortaleza de la soledad

–Los que seguimos tu blog La fortaleza de la soledad, que ya cumplió cinco años, nos encontramos con una miscelánea cultural: abordas la narrativa, la poesía, la crónica e incluso te das tiempo para la música, el cine y el fútbol. ¿Qué representa para ti La fortaleza de la soledad?
–Tienes buena memoria. No llevaba la cuenta de los años de La fortaleza de la soledad.
Se trata de un espacio en el que comparto mis intereses. Me gusta por igual la literatura y el cine, la música y el fútbol. Por eso, como dices, los lectores encuentran una miscelánea para todos los gustos. La fortaleza de la soledad ha atravesado varias etapas, ha tenido cambios, y en cada uno de ellos no he dejado de consignar mis entrevistas, reseñas y artículos publicados en otros medios. En los dos primeros años caí en una paranoia total, en la que llegué a pelearme con media literatura peruana. Hasta ahora, algunos no me perdonan ciertas travesuras. En aquella época me parecía a Bolaño, con ganas de pelearme o discutir con algún poeta o narrador referente del pueblito de la literatura peruana. Felizmente, eso ya pasó… En mi blog siempre ha quedado plasmado mi carácter, mi forma de ser. Además, trato de ser plural, consignar y comentar las cosas que me gustan. No vendo sebo de culebra. Posteo porque me gusta hacerlo, no me interesa entrar a los rankings. Si te das cuenta, hasta el diseño del blog es artesanal. Así me gusta. Y mi cuenta de Facebook me está ayudando mucho en la actualización del blog, todas las notas que reproduzco, las incluyo previamente en mis enlaces de muro, cosa que así me ahorro el trabajo de buscar.

–En el aspecto creativo, ¿te consideras un narrador a secas?
–Me considero un lector que escribe. Mi vida, el día a día, es como la de cualquier otra persona. Veo películas, escucho mucho rock. Salgo lo que tengo que salir. Pero ante todo, la lectura es lo que canaliza todo en mí. Me gusta escribir narrativa, no me preocupa en qué género lo esté haciendo, lo que me importa es sentirme cómodo. Por ejemplo, el año pasado escribí una crónica sobre un manuscrito perdido de Enrique Verástegui, y las personas que lo leyeron pensaron que lo relatado era pura invención. Pero no. Todo en el texto era real, ¿quién iba a pensar que después de muchos años se hallaría en un puesto de libros de La Parada un manuscrito de Verástegui, del cual se había dicho tanto? Si es ficción o no, es lo que menos me importa.

–En lo referente a la crónica, ¿cuáles son tus cronistas predilectos?
–Crónica, No Ficción. Como quieras llamarlo (aunque no es lo mismo). Al respecto, creo que es toda una estupidez llamar subliteratura a la crónica, tal y como lo hacen los aburridos celadores de las buenas costumbres literarias. Nuestro país ofrece un contexto social e histórico de privilegio para forjar una rica tradición en la no ficción. Recuerdo la lectura de Muerte en el Pentagonito de Ricardo Uceda, toda una obra maestra si la vemos en frío. Las crónicas y perfiles de Guillermo Thorndike, que de vez en cuando releo. Ese hombre era toda una máquina de escribir. Tendrá que pasar un tiempo para poder valorarlo en su justa dimensión, sus pecados políticos aún pesan. Me gustan también las crónicas de Jorge Salazar. Como señalé, nuestro contexto es el ideal para la crónica. Últimamente han aparecido varios cronistas, pero tengo la impresión de que estamos ante una moda. Al único que valoro es a Juan Manuel Robles… Y bueno, entre los cronistas foráneos, no tengo la más mínima duda de mi trípode: Thompson, Talese y Kapuscinski. Si los miras bien, son la combinación perfecta: el desorden, el detalle y el verbo. He leído sus libros con la misma atención de cuando me insertaba en las novelas de Tolstoi y Balzac, sin exagerar. Aunque de los tres, pongo varios rellanos arriba a Talese, La mujer de tu prójimo y Honrarás a tu padre son otra cosa.

–Tienes fama de lector omnívoro, ¿cuántas horas diarias dedicas en promedio dedicas a la lectura?
–La lectura es una actividad normal en mí. No sé cuántas horas al día me dedico a leer. Tuve la suerte de contar con libros en casa, desde niño. El libro no era un elemento especial, sino necesario, como un artefacto de uso diario, como la cocina. Me recuerdo leyendo. Pero tampoco voy a caer en la mentira y posería que escucho en otros, tipo “que a los ocho años ya había leído el Quijote”, “que a los doce había terminado En busca del tiempo perdido” o “que a los catorce entendía Paradiso”. Haber leído mucho no te hace más que nadie. No te hace mejor escritor. No te hace una buena persona. Pero leer te proporciona recursos, te abre la mente en todo sentido. Ahora, un escritor debe ser un voraz lector.

–¿Cuál es tu canon tanto en narrativa como en poesía? Te invito a decirme diez libros que consideres imprescindibles para cada caso.
–Me la pones difícil. Tú sabes, la memoria suele ser muy tramposa. Pero hay autores de todas las tradiciones a los que vuelvo por necesidad. En narrativa, Balzac, Tolstoi, Cervantes y Dumas en clásicos. Hemingway, Mann y Borges entre los de siglo XX; y de los últimos treinta años Bolaño, Vila-Matas y Marías. En poesía, mis preferencias son más desordenadas. Releo a Vallejo, Martín Adán, Ashbery, Lihn, Parra, Cummings, Paz, Gil de Biedma, Jorge Pimentel. En fin, solo me has pedido diez por cada grupo, podría nombrarte una decena más. Y no quiero desaprovechar la oportunidad de considerar a Fear of Music de Talking Heads como un imprescindible, al menos es el disco que más he escuchado en los últimos meses. Fíjate en sus letras.

–¿Sientes que en Lima hay más apertura con respecto a los escritores del interior del país?
–Siento que hay una apertura diplomática. O sea, no pasa de un mero saludo a la bandera. Hay muchísima demagogia cuando se habla de los escritores del interior. Parte de ese problema yace en las expectativas de estos en relación a Lima. A veces he sentido que la miran desde muy abajo. El ambiente literario limeño es una farsa. Casi nada es lo que parece. Los escritores del interior deberían hacer fuerzas y concentrarse en cimentar más el ambiente en el que se mueven, hacer que su circuito literario y cultural tenga vida propia.

–¿Qué problemas detectas en la difusión de las publicaciones no limeñas?
–Los mismos que veo en las publicaciones de la capital. Imagino que te estás refiriendo a lo que se edita en los nuevos sellos editoriales. Para empezar, la distribución no es del todo eficiente. En este sentido los editores deberían formar una sola fuerza y así encontrar soluciones a este escollo. De nada sirve que cada quien vaya por su lado. En cuanto a la recepción en medios, me queda claro, para mal, que cada vez que sale una nota sobre un autor del interior es como si le estuvieran haciendo un favor.

–El nombre de tu blog invita a preguntarte sobre el escritor y pintor Jonathan Lethem.
–Jonathan Lethem es un autor que se nutre muchísimo de la cultura popular. En sus libros detecto más el respiro del comic que de Twain, por ejemplo. Lo veo como una antena dispuesta a captar los gustos que no son del todo bien recibidos por los hacedores de los discursos oficiales. Para mí Lethem es un gigante de la novelística contemporánea. Hay que leerlo. Si te influye, bien. Sus libros me dieron mucha seguridad para abordar determinados temas. A veces necesitas un catalizador y su poética cumplió esa función en mí. Ahora, me dices que te hable de su faceta de pintor. He visto pocas cosas suyas al respecto, las cuales no me han estimulado. No me sorprende que haya tenido esas inquietudes, puesto que es hijo de artistas. Importa el Lethem escritor, de lejos.

–¿Cuáles son tus blogs favoritos y por qué?
–De los blogs peruanos sigo Notas Moleskine, Puente Aéreo, Letra Capital y últimamente Nosotros matamos menos, también Luz de limbo y Sol negro. Son blogs que se han ganado una preferencia gracias a la constancia. Esto no quiere decir que esté de acuerdo con todos sus contenidos, en absoluto. También leo bitácoras de escritores, como las de Vicente Luis Mora, Pola Oloixarac, Rafael Reig, Antonio Díaz Oliva, Andrés Trapiello; también El lamento de Portnoy. Creo que antes de ponerse a hablar de la muerte de los blogs, deberían darse una vuelta por estos sitios, muchos de ellos de una gran calidad. Y claro, resultan infaltables mis paseos por Frontera D, Sigue Leyendo y El Malpensante… Como bien se dijo una vez: la difusión literaria está en los blogs, las webs.

–Hablaste algunas veces que las editoriales independientes le están ganando el partido a las grandes editoriales. ¿Cuáles consideras que son las editoriales más emergentes?
–Sí. Eso es cierto. Las editoriales independientes son las que están publicando las cosas más interesantes. Las nuevas editoriales han permitido la publicación de textos, que de haber dependido de los grandes sellos, jamás hubieran visto la luz. Si hemos tenido una buena década en producción literaria, mucho se lo debemos a estas nuevas empresas. Por otra parte, no puedo dejar de señalar que aún siguen adoleciendo de una logística seria. No pido que traten de emular a las de Santillana, Norma o Planeta, pero por lo menos exijo que traten bien a sus autores y que no se les tome como mera mercancía. He visto muchos abusos contra ellos, y estos, es que estamos en Perú, prefieren el silencio porque consideran “rochoso” quejarse. Por eso, me disculpas, pero no te puedo decir cuáles son las editoriales que han destacado más. He llegado a la conclusión que no sirve de nada publicar libros importantes e interesantes si no se respeta ante todo al autor como persona. En este sentido, y pese a los señalamientos, son las editoriales grandes las que se llevan mis puntos.

–¿Qué opinas de la reseña que se practica actualmente en algunos medios periodísticos de la capital?
–No estamos en el mejor de los momentos. Y lo digo con mucho respeto y franqueza: el reseñismo limeño está hasta las huevas. No hay otra manera de calificarlo. Lo que pasa es que hay mucho amiguismo. Vivimos en un pueblito en el que todos se conocen. No existe la distancia espiritual entre el reseñista y autor. Una mala reseña podría significar un odio de por vida. A esto se suma la costumbre bien peruana de nunca quedar mal con nadie… Recuerdo un libro de entrevistas a escritores peruanos, de Luchting, en el que ocho de los entrevistados decían que las buenas reseñas eran escritas para fastidiar a otro escritor. Es decir, esta es una costumbre que viene desde hace ya varias décadas, pero aún así había un nivel, se sabía disfrazar la bajeza. En cambio ahora no. No interesa disfrazar nada.

Narradores peruanos contemporáneos

Te invito a darme una breve opinión sobre autores contemporáneos y, si te animas, la que consideras su mejor obra.

–Mario Vargas Llosa
–Bueno, Vargas Llosa me entregó siete libros capitales para mi formación como lector y escritor. Sus últimas novelas no me han gustado mucho y, la verdad, no creo que vuelva a escribir obras maestras como Conversación en La Catedral y La fiesta del Chivo. Pese a no sintonizar con algunas posturas políticas e ideológicas, no dejaré de valorar su consecuencia con lo que cree, detalle que deberían aprender sus detractores.

–Miguel Gutiérrez
–No sé si lo dije en mi blog. La violencia del tiempo está entre las cinco mejores novelas peruanas del siglo XX, junto a Conversación en La Catedral, Un mundo para Julius, La casa de cartón y Los ríos profundos. Lo aprecio mucho como persona. A estas alturas me parece una tremenda idiotez tratar de descalificarlo por sus posturas ideológicas, y aquellos que lo hacen, pues que lean el prólogo de la segunda edición de La generación del 50, a ver si así se quedan callados de una buena vez.

–Alonso Cueto
–Cueto es mi Maestro. Como persona es una de las más íntegras que conozco. Y en cuanto a su obra, es de lejos el autor peruano que más ha crecido en la década pasada. Sus novelas La hora azul, Grandes miradas y El susurro de la mujer ballena han tenido mucho éxito. Él la tiene muy clara: contar buenas historias. Allí está el secreto de su éxito demoledor con los lectores. Además, está siendo muy traducido y ni hablar de los importantes premios que ha recibido. No tengo duda de que en este pueblito se le envidia lo bien que le va, por eso, cuando se le ha querido desestimar, se ha apelado a lecturas torcidas, bajas y sucias.

–Oswaldo Reynoso
–Reynoso es un gran estilista. Después de Vargas Llosa es el escritor más leído del Perú. A sus años es un hombre que se ha recorrido todos los colegios del país, hablando de su obra y de la importancia de la lectura. Soy hincha de Los eunucos inmortales, y reconozco la axiomática actualidad de Los inocentes. Su postura ideológica me parece descabellada y ambigua. Pero repito: soy hincha de Los eunucos inmortales, su mejor libro.

–Carlos Calderón Fajardo
–Estamos ante un genuino contador de historias, es uno de los nombres capitales de la narrativa peruana contemporánea. La colina de los árboles y La conciencia del límite último son ejemplos de excelencia en novela breve. Sabemos que es un autor reconocido pero requiere del interés de una editorial grande que le brinde a su obra la verdadera difusión que merece. Calderón Fajardo no tiene nada qué demostrar. Es un grande.

–Fernando Ampuero
–Tiene cuatro cuentos que lo ubican en un lugar referencial. No puede haber antología de cuento peruano sin un cuento suyo. Sé que es una persona que no cae bien a muchos. Yo no lo conozco, a lo mucho un par de saludos e intercambio cordial de mails; pero hay algo que sí debo decir: como periodista dio una gran enseñanza moral, y me refiero al tema de los Petroaudios, que puso al descubierto el acto de corrupción más indignante del último decenio. No es moco de pavo lo que hizo. La manera como lo trataron en El Comercio por decir la verdad y su actitud coherente con esa verdad es algo que no debemos soslayar. No hay que caer en la mezquindad.

–Alfredo Bryce Echenique
No me esperen en abril, Un mundo para Julius y La vida exagerada de Martín Romaña. Estas novelas me bastan y sobran. No me interesa lo que se haya dicho de él a razón de los plagios.

Cine

–¿Podríamos darnos tu canon de cineastas imprescindibles con su película insignia?
–Te diré las películas que más he vuelto a ver en estos meses. Extraños en un tren de Hitchcock, El amigo americano de Wenders, El sol de membrillo de Erice, Der Baader Meinhof Komplex de Uli Edel, El Chacal de Zimmerman, Mulholland Drive de Lynch, algunos policiales de Chabrol, Come and See de Klimov, Nosferatu de Murnau… Trato de ver una película diaria… Consumo muchas series, The Wire, Californication, The Shield, Mad Men

–¿Cómo ves al nuevo cine peruano?
–Hemos avanzado un poco. Al menos ahora hay más películas. Pero esto no es indicativo de calidad. Salvo destacadas excepciones, como La boca del lobo, Días de Santiago, La muralla verde, Octubre y Paraíso, todo el cine peruano tendría el calificativo de Z. Ten presente que los cineastas nacionales recién están esbozando el borrador de su tradición. Ahora, me llama la atención los discursos críticos que se dan en el cine peruano, específicamente pienso en los debates entre los directores de la revista Godard, Cordero y Pimentel, con Bedoya y Chacho León. Más allá de quién tenga o no la razón, no niego del nivel de argumentación de ambos lados, algo que debería darse en los debates entre escritores peruanos, tan propensos a la mentira, la matonería virtual y la pseudopendejada.

Proyectos futuros

–Ya has publicado una novela, ¿te interesa incursionar en el cuento?
–Hace poco entregué un par de cuentos. Uno de ellos saldrá en una antología mexicana cuya temática es la violencia. Me preguntaron si podía colaborar con un relato, pregunté sobre el tópico y me puse manos a la obra. Sin embargo, en esencia, soy un narrador de novelas. Pienso todo en función a la novela, que es un género que requiere de mucha rutina y disciplina. La práctica de la escritura de proyectos novelísticos me ha salvado la vida, soy muy díscolo en muchas cosas y en no pocas ocasiones temerario. Escribo novelas no para publicarlas, al menos no pensando que las voy a publicar inmediatamente, lo que siempre he buscado es el placer que me depara el trance de la escritura. Ese trance no lo cambio por nada.

–¿Qué proyectos creativos tienes entre manos, nos podrías dar un alcance al respecto?
–Tengo una novela corta que espero publicar a fin de año. Si no sale, será para el siguiente. Y también espero que se publique Disidentes 2. Narradores peruanos 2000 – 2010. Esta antología va por Ediciones Altazor. Solo es cuestión de esperar.






martes, 23 de agosto de 2011

"Antes de escribir estas líneas", por Blanca Varela ...





La última edición del suplemento El Dominical fue un homenaje a la poeta Blanca Varela por celebrarse los 85 años de su natalicio. Dentro de los textos publicados en este homenaje , entre los que destaco el de Fernando de Szyszlo - ex esposo de la poeta - y el de Ricardo Gonzáles Vigil , hay uno que me pareció muy interesante : "Antes de escribir estas líneas", un artículo de corte autobiográfico - publicado en el mismo suplemento el 5 de agosto del año 2001 - escrito por Blanca Varela donde nos revela algunas escenas de su vida íntima y su relación con la poesía.

Antes de escribir estas líneas, durante varios días dejé un papel en blanco sobre la mesa. Lo miraba en las mañanas cuando salía a mis obligaciones, y allí estaba: blanco, rectangular y vacío.

Cuando regresaba por las noches continuaba exactamente igual. Nada lo había alterado. Seguía en el mismo sitio: blanco, rectangular y vacío.

Transcurrieron algunos días y, finalmente, perdí las esperanzas y comprendí que nadie lo haría por mí. Tenía que escribir lo que estoy leyéndoles: estas pocas palabras en las que he tratado con enorme dificultad de hablar sobre un tema que no domino y que me produce un gran pudor: me estoy refiriendo a mi trabajo de muchos años, a mi poesía.

Explorar la realidad
Encontrar una coherencia entre estos textos y las circunstancias en que han sido escritos sería lo indicado, ejercitar lo que Roger Caillois llama “la imaginación justa”; es decir, poner los pies en algún lugar de la realidad y repetir lo que creo haber perseguido siempre con la escritura: no evadir la realidad sino explorarla, encontrarle un sentido, convivir con ella, asumirla.

Terminada esta frase, me doy cuenta de mi pretensión, pues sé perfectamente que no lograré este propósito, en la misma medida en que mi poesía tampoco lo ha conseguido jamás. Este acoso de la realidad al que hago mención no es sino un pretexto más para continuar creyendo que podemos librarnos de ella, de ser “otros” y no aceptar que es ella la que produce nuestros fantasmas, obsesiones y deseos, que es ella la única que dicta nuestros crímenes o nuestros sueños.

La búsqueda de la voz
Alguien ha dicho algo que para mí es cierto: que la poesía es un vicio que se adquiere con la infancia. También es cierto que algunos se curan con los años, y que otros quedamos enredados para siempre en sus buenas o malas artes.

En mi caso particular todo comenzó desde muy niña, como un juego secreto y obsesivo. Recuerdo claramente que no me gustaba mucho lo que me rodeaba y que, al mismo tiempo, me gustaban demasiado las palabras, su sinsentido, su música.

Recuerdo, también, que podía y solía repetir una misma palabra durante mucho rato, palabras especiales que tenían una rara fascinación en mis oídos y en mi mente. Las repetía si fatiga, las decía al revés, tan rápido como me fuera posible o demasiado despacio, alargándolas, estirándolas, adelgazándolas. También podía usarlas para lo que no se debía, o invertía sus sílabas o cambiaba sus acentos, sin otra regla que mi humor o mi voluntad.

Más tarde, cerca de la adolescencia, estas palabras –no las de todos los días, sino las de mi pequeño juego– comenzaron a adquirir su propio sentido y, cuando no lo encontraban, a reclamarlo.

Vinieron las frecuentes y numerosas preguntas de esa edad, y la evidente sorpresa de los mayores. Nada ni nadie conseguía aplacar mis temores ni satisfacer mis dudas. Entonces, opté por responderme a mí misma, buscándole una variación a mi viejo juego: escondiéndome en lo que se podía llamar mi propio discurso, trataba de confundirme con algo o alguien diferente y de hablar con otra voz en la que me esforzaba en no reconocer la mía.

Así, poco a poco, me fui aventurando en una región cada vez más imprecisa y delgada de mi pensamiento. Siempre movida por estas pequeñas palabras y sonidos que inventaba, aprendía a irme cada vez un poco más lejos de los objetos y de los gestos, y también aprendí a regresar acompañada por pequeños objetos, extraños restos, fragmentos de cosas misteriosas y aparentemente irreconocibles.

Con estos intentos de poemas en mis cuadernos, pasé por la escuela y llegué a la universidad.

La universidad
Conocer a Sebastián Salazar Bondy, recién llegada a la universidad, y frecuentar a través de él a un grupo de jóvenes poetas fue toda una revelación y un cambio fundamental en mi vida. Lecturas, conversaciones y discusiones apasionantes comenzaron a llenar los días, las tardes y las noches. (...)

Pero esto no fue todo: le debo a Sebastián Salazar Bondy algo más. Gracias a él conocí, por primera vez también, a escritores de carne y hueso, poetas y novelistas que caminaban por las calles de Lima; los mayores, los mejores, que siempre había admirado con un respeto casi reverencial; entre ellos, dos en particular: un novelista y un poeta. O, mejor dicho, dos poetas quienes nos revelaron cosas muy diferentes pero igualmente valiosas. He hablado en plural porque creo que esta experiencia fue común a toda mi generación. Me estoy refiriendo a José María Arguedas y a Emilio Adolfo Westphalen, y a sus respectivas obras y personalidades.

La poesía que escribo no sería la que es sin esas dos influencias que jamás se me impusieron de manera inmediata ni anecdótica, sino, más bien, en esa forma sutil, misteriosa y velada con que suele trabajar en nuestro subconsciente la realidad: creando ecos y formas que la imaginación puede trabajar y devolver trasmutados, convertidos en escritura.

Tres grandes
Westphalen significó la encarnación viva y próxima del surrealismo, su libertad y su rigor. El mundo –mi mundo– se hizo mayor, más grande y respirable gracias a la lectura de su poesía. No solo era la belleza de las imágenes lo que me seducía, ni lo insólito de ellas ni la posibilidad de encuentros con el azar. Había en la lección de surrealismo que me daba Westphalen algo que trascendía la pura literatura, y que tenía que ver con la dignidad del espíritu y de la inteligencia. No fue menor ni menos importante la enseñanza de Arguedas. Su manera de vivir, de hablar, de ver el mundo y especialmente su obra constituyeron la revelación de una verdad oscura, dolorosa e impronunciable con la que hemos nacido todos los peruanos, aunque pretendamos ignorarla.

A él le debe mi poesía no la forma ni la intención inmediata, sino su paisaje más profundo, algo semejante a la sangre o las raíces; algo que más tarde, mucho más tarde, en París, se convirtió en mi primer poema legible y adulto, al cual titulé en secreto homenaje a Arguedas: “Puerto Supe”.

He mencionado París, que fue una etapa definitiva de mi aventura. A partir de allí, de París, ya no pude volver atrás. Tuve la suerte de toparme durante aquel frío y oscuro invierno de un París de posguerra con una persona como Octavio Paz. Sin su ejemplo, jamás hubiera perseverado en mi empeño de escribir poesía, o tal vez hubiera pasado a su lado maltratándola, confundiéndola, traicionándola. Y en verdad no me estoy refiriendo en absoluto a los resultados, sino a la intención que se puede o debe tener frente a ella. Intención presentida ya en la actitud de Westphalen.

A través de Paz y del poeta nicaragüense Carlos Martínez Rivas, comprendí y aprendí que la poesía es un trabajo de todos los días y que no la elegimos sino que nos elige, que no nos pertenece sino que le pertenecemos, que no es otra cosa que la realidad y, a la vez, su única y legítima puerta de escape.

En un ensayo, en el que se refiere precisamente a esa época, Octavio Paz habla de un túnel largo que se abrió ante nosotros, un túnel que exploramos juntos “como se explora un continente desierto, una enfermedad, una prisión”. Es verdad, como lo dice, que aprendimos no solo a conocer nuestro túnel, sino reconocerlo y aceptarlo. Se trataba y se trata de darle nombre a todas las sombras, a todos los fantasmas de ese túnel; de domesticarlos con la palabra o con el canto, de confundirnos con ellos, de ser ellos, de asumirlos.

Y seguí...
Sumé mi pequeña voz a ese coro de los mejores. Los imité. Desentoné como se debe, seguí escribiendo. Si es cierto que conocí al Breton de los libros y los manifiestos por obra de Westphalen, la amistad de Paz me permitió acercarme a él de otra manera y sentarme a su mesa en el café de la Place Blanche. Allí pude escucharlo a mis anchas y admirar la majestad leonina de sus gestos y de su mirada.

Pero París tenía que acabarse. Era como si se hubiera terminado, agotado un tiempo, un ciclo, y que, en otro lado del mundo, justamente desde donde había partido, en el Perú, me estuviera esperando lo que precisamente había salido a buscar. Florencia fue la ciudad de salida, la de los adioses, la de las mejores revelaciones, que siempre son las últimas. Pero no se trata de un regreso forzado, sino de una elección alimentada por un propósito.

Propósito de preservar una recién nacida identidad, que tenía que ver profundamente con lo que estaba tratando de expresar con mis poemas.

Fue también por eso, seguramente, que ya desde antes había estado tratando de no perderme en el vértigo de aquellos tiempos, de no ser devorada por un mundo que me era extraño, con otra lengua, otras costumbres, otros dioses y otros muertos.

En aquel trance había echado mano a lo único que, en ese magnífico caos, reconocí como mío: mi memoria. Y traté de recordar los cantos peruanos, lejanísimos y misteriosos de Arguedas, y de nombrar y recrear mis paisajes de infancia, y llevar mis animales y mis astros, enormemente altos y distantes, hasta mi pequeña ventana de la Rue de Laneau, en pleno Barrio Latino.

Lo que pasó después, lo demás, si no está escondido entre mis poemas, está entonces definitivamente perdido. Hablo de lo que hace la vida de cualquier persona, de cualquier mujer, como es mi caso. La casa, el amor, los niños, la lectura, la música, los viajes, la ciudad, y también el tedio, el dolor, la impotencia, la soledad y el silencio.


miércoles, 17 de agosto de 2011

Presentación del libro "El veneno de la libertad", de Eduardo Gonzáles Viaña ...




FUENTE : Diario La República


Hoy , a las 7 de la noche, el escritor Eduardo González Viaña presentará su libro El veneno de la libertad, una antología de crónicas publicadas en " El correo de Salem", la página web del autor.El libro estará presentado por María del Pilar Tello , Juan Gargurevich Regal y Alberto Borea Odría y la cita es en el Museo de Arte de Lima ( Paseo Colón 125, Lima) .


"Borges entre señoras" , por MVLl ...







El domingo pasado , en el diario El País, apareció una nueva entrega de la conocida columna de Vargas LLosa , Piedra de Toque. En esta ocasión, MVLl escribe sobre Textos cautivos, una antología de ensayos y sereñas que realizó Borges para El Hogar ( 1936-1939) , revista argentina para amas de casa.

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Entre 1936 y 1939 Borges tuvo a su cargo la sección de libros y autores extranjeros de El Hogar, un semanario bonaerense dedicado principalmente a las amas de casa y la familia. Emir Rodríguez Monegal y Enrique Sacerio-Garí reunieron una amplia antología de estos textos que publicó Tusquets en 1986 con el título Textos cautivos. Ensayos y reseñas en “El Hogar” (1936-1939).

No conocía este libro y acabo de leerlo, en Mallorca, donde Borges, en cierto modo, hizo su vela de armas literaria poco después de terminar sus estudios escolares, en Ginebra. Aquí escribió versos vanguardistas, firmó manifiestos, se vinculó a un grupo de poetas y escritores jóvenes de la isla, en una actividad intelectual intensa pero que poco dejaba adivinar de la trayectoria que tomaría su obra posterior. No sé por qué me había hecho la idea de que sus notas y artículos en El Hogar, serían, como aquellos escritos mallorquinos de su juventud, testimonios de una prehistoria literaria sin mayor vuelo, meros antecedentes de la futura obra genial.

Me llevé una gran sorpresa. Son mucho más que eso. No sé si la selección, que parece haber sido hecha sobre todo por Sacerio-Garí –el libro apareció cuando Rodríguez Monegal había fallecido–, eliminó todos los textos de mera circunstancia y poca significación, pero la verdad es que esta antología es soberbia. Revela a un escritor dueño de un estilo cuajado y propio, enormemente culto, con un punto de vista que le permite opinar sobre poesía, novela, filosofía, historia, religión, autores clásicos y modernos y libros escritos en diversos idiomas, con absoluta desenvoltura y, a menudo, notable originalidad. Un colaborador que semanalmente comentara la actualidad literaria mundial con la lucidez, el rigor, la información y la elegancia con que lo hacía Borges en El Hogar, hubiera dado un gran prestigio a las más exigentes publicaciones intelectuales de los considerados entonces los ejes culturales de la época, como París, Londres y Nueva York. Que estos textos aparecieran en una revista porteña dedicada a las amas de casa dice mucho sobre la probidad con que su autor encaraba su vocación, y, también, desde luego, sobre los altos niveles culturales que lucía la Argentina de aquellos años.

Una de las rarezas de estos textos es que Borges se ha leído de principio a fin los textos que reseña, se trate de la voluminosa traducción de Las mil y una noches de sir Richard Burton, los ensayos sobre la mitología primitiva de sir James George Frazer o las novelas de Faulkner, Hemingway, Huxley, Wells y Virginia Woolf. Todo lo analiza y comenta con la seguridad que solo confiere el conocimiento. Cuando la oscuridad del libro es más fuerte que él, como le ocurre con el Finnegans Wake de James Joyce, lo confiesa y explica las posibles razones de su fracaso de lector. No hay uno solo de estos comentarios que dé la impresión de haber sido elaborado de cualquier manera, para cumplir, sin dar mayor importancia a un trabajo que sabía pasajero, superficial y olvidable. Nada de eso. Incluso las pequeñas notitas de pocas frases que aparecían a veces al pie de su página bajo el rubro De la vida literaria son una delicia de leer, por su ironía, su gracia y su inteligencia.

En los años en que colabora en El Hogar Borges publica ya un libro importante, Historia universal de la infamia, pero todavía no ha escrito ninguno de sus grandes cuentos, poemas o ensayos a los que deberá luego su fama. Sin embargo, ya había en él un talento fuera de lo común para leer y opinar sobre lo que leía, y una visión del mundo, de la cultura, la condición humana, del arte de inventar ficciones y de escribirlas que dan a todos estos textos un denominador común, de partes de un todo compacto. Lo primero que resalta en ellos es la curiosidad universal que guía sus lecturas, la de un lector que es ciudadano del mundo, pues se mueve con la misma soltura leyendo a Paul Valéry en francés, a Benedetto Croce en italiano, a Alfred Döblin en alemán y a T. S. Eliot en inglés. Y, lo segundo, la claridad y la fuerza persuasiva de una prosa donde hay casi tantas ideas como palabras y un esfuerzo permanente para no decir nada que no sea absolutamente indispensable respecto a lo que se propone decir. Cuentan que Raimundo Lida, en sus clases de Harvard, recordaba siempre a sus alumnos: “Los adjetivos se han hecho para no usarlos”.

Borges es famoso por sus adverbios y adjetivos (“Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche”), pero, justamente, lo es porque nunca abusa de ellos, porque estallan de pronto en sus frases como una aparición insólita y espectacular, que redondea una idea, abre una inesperada dimensión a la anécdota, trastorna y desbarajusta lo que hasta entonces parecía la dirección de un argumento. La riqueza de estas reseñas, comentarios o microbiografías está en la precisión y concisión con que fueron escritas: nunca parece faltar ni sobrar nada en ellas, todas gozan de aquella autosuficiencia que tienen los buenos poemas y las mejores novelas.

A veces, un párrafo de pocas frases le basta a Borges para resumir el juicio que le merece toda la vasta obra de un autor, como Samuel Taylor Coleridge: “Más de quinientas apretadas páginas llenan su obra poética; de ese fárrago solo es perdurable (pero gloriosamente) el casi milagroso Ancient Mariner. Lo demás es intratable, ilegible. Algo similar acontece con los muchos volúmenes de su prosa. Forman un caos de intuiciones geniales, de platitudes, de sofismas, de moralidades ingenuas, de inepcias y de plagios”. La opinión es muy severa y acaso injusta. Pero, no hay duda, quien la formula de ese modo sabe lo que dice y por qué lo dice.

A veces, en los perfiles biográficos, hay verdaderas maravillas descriptivas, como este boceto físico del historiador Lytton Strachey: “Era alto, demacrado, casi abstracto, con el fino rostro emboscado detrás de los atentos anteojos y de la rojiza barba rabínica. Para mayor recato, era afónico”. No es raro que un elogio vaya acompañado de un mandoble letal, como en esta frase en la que, luego de alabar dos novelas de León Feuchtwagner –El judío Suess y La duquesa fea– añade: “Son novelas históricas, pero nada tienen que ver con el laborioso arcaísmo y con el opresivo bric-à-brac que hace intolerable ese género”.

No hay en el Borges que escribe estos sueltos y artículos la menor concesión hacia el público de una revista que no era ni especializado en literatura ni, en su gran mayoría, lo suficientemente culto como para poder apreciar en todo su valor las opiniones y elogios o admoniciones de que estaban impregnados sus artículos. Escribe como si se dirigiera a los más exquisitos y refinados lectores de la tierra, dando por supuesto que todos lo entenderían y aprobarían o desaprobarían sus juicios de igual a igual. Y, pese a ello, no hay en estas páginas arrogancia ni pedantería, esos desplantes detrás de los cuales se disimulan casi siempre la ignorancia y la vanidad. Son textos en los que, a pesar de su brevedad, el autor se juega a fondo, desnudándose de cuerpo entero, mostrando sus manías, fobias, filias, anhelos íntimos. Los autores que frecuentará toda su vida con admiración y lealtad desfilan por sus páginas, Schopenhauer, Chesterton, Stevenson, Kipling, Poe, los cuentos de Las mil y una noches, así como su debilidad por el género policial, a muchos de cuyos cultores, Chesterton, Ellery Queen, Dorothy L. Sayers y Georges Simenon, dedica artículos. Temas recurrentes de sus ficciones y ensayos, como el tiempo y la eternidad, asoman en las observaciones que consagra a la obra de teatro de J.B. Priestley El tiempo y los Conways y a Un experimento con el tiempo de J. W. Dunne, a quien dedicaría también en otra ocasión un largo ensayo. Y, por supuesto, la fascinación que ejerció siempre sobre él la literatura oriental está presente en los comentarios a libros chinos como Historia de la orilla del agua, una antología de cuentos fantásticos y folklóricos de ese país hecha por Wolfram Eberhard y la japonesa The Tale of Genji de Shikibo Murasaki.

Textos cautivos constituye un magnífico panorama de lo que era la actualidad literaria de fines de los años treinta en el mundo occidental, época de una fulgurante creatividad en todos los géneros, la de Eliot, Joyce, Breton, Faulkner, Woolf, Mann, en la que la experimentación formal, la revisión del pasado reciente y clásico, las polémicas sociopolíticas y culturales trazaban una frontera entre dos épocas. Es fascinante que acaso nadie dejara un testimonio más agudo y sutil de toda la efervescencia de ideas, formas y creaciones literarias de aquellos años, que un (todavía) oscuro escribidor de los confines del mundo, en la página semanal que llenaba en una revista de amenidades concebida para hacer más llevadera la rutina de las amas de casa.




Dándole cuerda en Terra Festival de cuerdas ...




FUENTE : EnriqueMesias

Dándole Cuerda - Autores y cantores en Terra Festival de cuerdas

Hora

Viernes, 26 de agosto a las 21:00 - 27 de agosto a las 0:00

Lugar

Terra Media Café Bar Cultural

Más información

Luego de una gira por Chile Dándole cuerda se presentará en el ciclo Terra Festival de cuerdas en Terra Media Café. Siempre con lo mejor de la canción de autor, Sócrates Arévalo, Oscar García y Enrique Mesias.


Terra Media Café Bar
Av. Arenales 2695, esquina con 2 de mayo, San Isidro
Lima, Peru

INGRESO LIBRE